Javier Urra Portillo

Psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid desde 1985.

Javier Urra: ''Los padres quieren saber qué, quién y cuándo se habla de sexo''

MARIAN BENITO

 

El pin parental ha abierto un juicio salomónico fascinante que arranca con una pregunta inicial: ¿de quién son los niños? La política ha decidido partirlos en dos. Mitad para los padres, la otra mitad para el Gobierno. En el medio, y como ejemplo de sabiduría, hemos consultado con dos expertos, Javier Urra, psicólogo, docente y primer Defensor del Menor en España, y Francisco Cabello, fundador del Instituto Andaluz de Sexología y director de tres programas de Educación Sexual promovidos, por cierto, por partidos diferentes (PP y PSOE).

Frente al bullicio de todos estos días, su dictamen es claro: "La familia es una pieza clave en la formación en valores y virtudes esenciales y en las formas de sentir y pensar de los hijos. Junto a ella está la escuela, que es una obligación y un derecho, no una opción. Pero, además, intervienen los medios de comunicación, la ciudadanía y las redes sociales. En esta sociedad cambiante, el menor no tiene banderas ni fronteras. ¿A quién pertenece? A su presente y a su futuro", sentencia Urra.

Con este preámbulo, estos dos profesionales nos ayudan a entender qué puede llevar a los padres a querer blindar a sus hijos en ciertas materias, como la educación sexual. Y aquí surgen los miedos:

  1. ¿Existe riesgo de adoctrinamiento? Esta preocupación causó revuelo el curso pasado con el programa de educación sexual Skolae implantado por el Gobierno de Navarra en todos los centros educativos. Hubo quejas desde el ámbito educativo, político y familiar por burlar cualquier mecanismo de transparencia y control. Sus detractores lo consideraron un ataque a la libertad educativa y un intento de "inocular adoctrinamiento en ideología de género camuflado en una falsa educación en igualdad". Levantaron ampollas expresiones como "juegos eróticos sexuales" incluidas en el programa como una herramienta didáctica para niños de 0 a 6 años.
  2. ¿Quién garantiza que el contenido será apropiado a su edad y etapa de crecimiento? Cabello garantiza que existe material contrastado científicamente para abordar cada uno de los temas que exige la educación de los menores, también en materia afectivo sexual. Urra propone como exigencia el compromiso para que cada capítulo expuesto se adecúe a la etapa evolutiva del niño y a sus necesidades. "Con este compromiso -añade- evitaríamos hablar de intromisión y lograríamos un intercambio urgente de confianza entre padres y educadores". El psicólogo apela también a la necesidad de dejar que se forje la capacidad crítica del menor a partir de diferentes opiniones y juicios.
  3. ¿Quién impartirá estas charlas y talleres? "Los padres quieren saber qué, quién y cuándo. Es lógico. Un padre tiene derecho a conocer qué contenidos se van a impartir. Es fundamental que esto se haga con la máxima transparencia", aconseja Urra. Cabello declara que solo la educación bien impartida garantiza el respeto y la información conveniente. Según su opinión, la educación sexual en los colegios debería ser competencia de los profesores con formación en Sexología y formar parte del contenido curricular. "De momento no existe, por lo que debe quedar en manos psicólogos y médicos con una formación acreditada en esta materia. También se puede abrir el campo a otros profesionales, como sociólogos y maestros, siempre que muestren el diploma que les capacite".
  4. ¿Realmente todo esto es necesario? La sexualidad es inherente al ser humano desde que nace y el conocimiento nos prepara y ayuda a construir relaciones satisfactorias y positivas. Teniendo esto en cuenta, Urra insiste en que la educación sexual no excluye la libertad de las familias ni el derecho de los padres a formar a sus hijos en los valores morales y religiosos conforme a sus propias convicciones. La opinión de Cabello es tajante: "Debemos asumir que a veces los padres no estamos preparados, igual que no lo estamos para ayudarle con algoritmos si no tenemos formación matemática. La realidad es que los niños tienen acceso a una cantidad mayor de opiniones y representaciones del sexo, por lo que no servirá de nada repetir las mismas pautas de educación de hace años. El problema de evadirse es que se corren muchos riesgos porque están asimilando la sexualidad que les transmiten la televisión, internet o las redes sociales". Las estadísticas son elocuentes y dicen que los niños ven porno desde muy corta edad, lo que implica una sobreexposición a formas extremas e irreales de sexo ajena a cualquier aprendizaje saludable. Las consecuencias son terribles: manadas, violencia, disfunciones, hipersexualización y una imagen distorsionada del sexo. "La educación sexual debe entenderse como parte del aprendizaje en hábitos de vida saludable y la prevención de miedos, disfunciones, prejuicios y errores", concluye.
  5. ¿Qué hay de otros asuntos, como la droga, la eutanasia o la anorexia? Es normal, según Urra, que aquí también quieran saber quién lo imparte y cuáles serán las directrices. Considera que debería haber una comunicación continua con las familias para facilitarles esta información e incluso invitarles. "Se trata de conseguir una misma línea de responsabilidad y compromiso en la educación basada en la confianza para que los padres sepan de antemano que no habrá una intención tendenciosa ni sesgada". Recuerda, además, que los centros disponen de mecanismos de control, como los consejos o las asociaciones de padres. "Desde el cariño, el respeto y la transparencia las cosas se pueden hacer bien", zanja Urra.

Javier Urra: "En España cae la delincuencia en menores pero aumenta gravemente la violencia sexual"

"Otro problema importante es la violencia de hijos a padres por no saber educar en el no"

16.05.2019 | 01:49

Javier Urra, ante la Agasp, en A Estrada. // Bernabé / Juan Carlos Asorey

Javier Urra es doctor en Psicología, psicólogo forense del Tribunal Superior de Justicia en excedencia y presidente de la Asociación Iberoamericana de Psicología Jurídica. El martes pisó por primera vez la Academia Galega de Seguridade Pública (Agasp) para hablar claro. En España, en menores, la "delincuencia común está bajando" pero, sin embargo, está aumentando gravemente la violencia" de índole "sexual".

Es un grave problema que atribuye a que "en la red"en vez de "educarse en el amor" -"darse al otro con generosidad"- los chicos ven maneras de "poseer", de "prostituir" . Hay "manadas" en las que "grupos de chavales cometen hechos terribles" bajo los efectos del alcohol, de la potenciación de unos en otros" y, "además, los graban" , banalizando la huella de su violencia sexual contra la víctima. Hay una "pérdida de la conciencia personal", de la "responsabilidad" y de "anticipar el daño que puedes ocasionar a otro". Algunas víctimas sufren estrés postraumático pero logran volver "a mirar la vida de frente". Otras, simplemente, "se rompen" y nunca lo superarán.

 

Urra sabe de lo que habla. Fue el primer Defensor del Menor de España entre 1996 y 2001. Fueron "5 años gozosos", de "trabajar 20 horas al día todos los días del año"... que desembocaron en un infarto. Se replanteó su ritmo de vida pero no sus convicciones. Con toda una vida consagrada al estudio de los menores y 52 libros sobre la materia a sus espaldas, tiene claro que "a la infancia se la defiende desde la salud mental" y la "autoridad".

La familia no es una entidad democrática, afirma. De hecho, cree que la violencia filoparental -"los hijos que se vuelven contra sus padres"-es un grave "problema"que "en un porcentaje importante" se debe a "no saber educar en el no". Los "límites" son importantes. Los padres tienen que ponerlos al educar y proporcionarle habilidades sociales a los niños. buscar la "austeridad" y el "punto de equilibrio" junto con profesorado y sociedad. Porque "el ser humano es un ser social": "nace humano" pero "para ser persona" tiene que "ser educado". Aprender perdón, comprensión, compasión, solidaridad y "sentirse concernido". "Es importantísimo que la persona se eduque con las demás" pero también "educarle en la capacidad crítica" y en el sentido de su "propia responsabilidad" para que su criterio sea hacer lo que está bien y no "hacer lo que todos" solo por eso.

Ahí, la educación tiene mucho que decir. Urra defiende que "el pacto educativo es el gran reto de los políticos". Estuvo a punto de firmarse cuando su amigo Ángel Gabilondo era ministro de Educación y Cospedal llevaba esas áreas Tiene la impresión de que "por no sacar una foto conjunta no salió". Sin embargo, alcanzar ese pacto es "una obligación de los políticos", abarcándolo "todo" para "preparar a nuestros niños" para el mundo que viene. "Hay que enseñarles a competir pero también a cooperar, a trabajar en el silencio, a saber lo que es la paciencia", la "demora" y la "ruptura".

"Hay que fortalecerles para la vida", indica, consciente de que tras el aumento del número de suicidios en jóvenes subyace que "le piden a la vida más de lo que puede dar". "Pesimista" en cuanto a la violencia de género, indica que la "igualdad" está costando "sangre" como costaron otros derechos ganados poco a poco. Hay que enseñar a "ponerse en el lugar del otro". Evitaría el "acoso escolar", por ejemplo. Hay niños que desde la "desresponsabilidad" -el no tener que hacerse cargo" de sus dichos o hechos-"machacan a otros". Quien lo causa "se siente bien porque, aunque no es querido, sí es respetado, temido". Y acosa sin "calcular el daño, la soledad, el sufrimiento, la pérdida del otro". Es una de las facetas de los menores que Urra llama "odiadores" desde muy corta edad. A veces se debe a lo que ven en la red. De esta nace otro grave problema: la ludopatía, que "está enganchando a bastantes chavales".

Pero, en otras ocasiones, las causas de que haya menores "víctimas" hay que buscarlas en su entorno más próximo. En España hay 42.000 personas que por sentencia firme por abusos sexuales no pueden estar en contacto con niños. Son padres, padrastros, abuelos, educadores... También las separaciones mal llevadas hacen que haya menores que "sufren muchísimo" -hay "psicópatas" que incluso matan a sus hijos para dañar a su expareja- y otras situaciones familiares que victimizan a los niños. Algunos quedan en situación de riesgo o desamparo. Otros están poco atendidos. También los hay que no se sienten queridos" -no se les traslada un te quiero o un eres esencial- y otros que sufren "violencia grave física continuada, vejaciones y ridiculización. "Decir no vales para nada hunde el carácter de un niño", afirma. Y conductas de laxitud sexual de sus padres, con constantes cambios de pareja, pueden "desnortar" a los hijos.

Y en la adolescencia, el alcohol de muchos grados, en una ingesta muy compulsiva en poco tiempo, genera problemas de conducta, secuelas en riñón e hígado y si se combinan con otras drogas, patologías derivadas del choque en el cerebro de un depresor y un excitante.

También cree que hay que plantearse lo que sentirán los niños fruto de la maternidad subrogada en una sociedad con distintos tipos de familia. Las instituciones deben apoyar a la familia para que haya más niños. Es vital para la "Seguridad Social" y la economíapero también "para la alegría". "Una sociedad solo de viejos" será "triste y preocupante". Es una "emergencia nacional".

Javier Urra: "Si a un niño no se le dice 'no', ¿va a admitir a los 17 que se lo diga una chica?"

Sobre la irrupción de casos como el de "La Manada", aseveró que "no es el efecto llamada, es que estamos perdiendo en muchos niños el sentido de ser ciudadano"

 

10.01.2019 | 01:44

"La sobreprotección es un problema porque te hace dependiente, te resta responsabilidad, porque no te enfrenta a la vida". Con esa contundencia abordó el psicólogo y exdefensor del Menor Javier Urra la educación de los hijos.

Lo trata en el que ya es su cuadragésimo octavo libro, "Déjale crecer (o tu hijo en vez de un árbol fuerte será un bonsái)" (La esfera de los libros), una continuación de otros dos éxitos como "El pequeño dictador" y "El pequeño dictador crece". El que es uno de los mayores expertos en infancia del país desgranó su última obra durante una conferencia del Club FARO celebrada en el Auditorio del Centro Social Afundación de Vigo.

 

Urra, uno de los 52 expertos que participó en la elaboración del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, no se limitó a la educación y también planteó temas como la violencia machista, el acoso, los suicidios en la infancia, los divorcios, la violencia filio-parental y otros asuntos de actualidad como el caso de "La Manada" y los similares que se han conocido, el último en Alicante. "Y van a salir más. No creo que se trate de un efecto llamada, sino de algo mucho más grave: estamos perdiendo en muchos niños el sentido de ciudadano, para sentirse concernido, para sufrir y compadecerse del sufrimiento de otros. Una conciencia moral es esencial", dijo en una intervención con muchas ideas de gran trascendencia pero en la que tampoco faltaron chascarrillos que hicieron reír a los asistentes. "Un tipo que no se ríe es peligroso, y si no se ríe de sí mismo es para salir corriendo", dijo.

"Si a un niño no se le dice nunca que 'no', ¿va a admitir a los 17 años que una chica le diga que 'no', que le deja?", se preguntó. Por ello, instó a educar a los más pequeños con amor pero con firmeza, en su propio beneficio. "Hay que educarles para la vida", recalcó.

En la que fue su octava conferencia en Club FARO, Urra vinculó el grave problema de la violencia filio-parental, de hijos a padres, con la ausencia de una educación en el "respeto", si bien considera que se trata de un problema más social que familiar. "Los niños no demandan, solo exigen. Y los padres piden, solicitan... Se les facilitan las cosas y la vida no es así", resumió. La edad elevada de los padres, que en muchas ocasiones dificulta la llegada de un segundo hijo, convierte a los niños, describió, "en un tesoro". "Los padres se dejan chantajear, quieren comprar el cariño de sus hijos", lamentó. Tampoco se fomenta en ellos la intimidad, la dignidad y el honor, añadió.

Insistió en la importancia de fortalecerles, porque "con la sobreprotección los chicos lo que van a hacer es buscar siempre atajos". Y, al mismo tiempo, aseveró que "hay que tener autoridad para poder hablar y dar ejemplo", subrayó. En este sentido, invocó a la "corresponsabilidad" de los padres en lo que hacen sus hijos e ironizó al respecto de aquellos progenitores que quieren ser "colegas" de sus hijos. "Tenemos muchos padres inmaduros que no asumen su responsabilidad y dicen tontadas como que su familia es una democracia. Eso no puede ser, al igual que en un barco solo uno puede ser el capitán", aseveró. "Yo no creo en una bofetada, pero sí en la sanción, que es una parte fundamental de la educación. Hay padres que a veces hablan demasiado con sus hijos cuando lo que hay que hacer es imponerse, no puede haber flojera en la autoridad. El 'no' es innegociable", insistió.

"Un ser humano es muchísimo más libre y mucho más responsable de lo que quiere asumir", aseveró el experto, que lamentó que "se aboca a ser niños toda la vida en una sociedad muy infantilizada en la que sin embargo la infancia se acorta cada vez más".

Una ley "sin futuro"

Respecto a la ley de violencia de género, considera que "no tiene futuro", porque ve positivo el aumento de juzgados y de policías, pero cree que es insuficiente, ya que existe un problema estructural que no se logra atajar. "Tengo la impresión genérica de que a los niños varones se les educa en el 'todo para mí' y a las niñas en el 'todo para los demás'", lamentó, en lo que consideró una diferenciación de género entre el "yo quiero, yo exijo" y la empatía. "La distancia entre ambos es abrumadora", constató, y reiteró que la existencia de casos como el de "La Manada" y sus réplicas posteriores son "símbolos de una sociedad patológica".

También considera fundamental educar a la sociedad en las rupturas. "El 75 por ciento de las parejas se va a separar y no se está haciendo nada para educar en esas rupturas" para evitar luego problemas como la violencia de género.

Urra: "Estoy cansado de que la gente diga que los niños no vienen con manual de instrucciones"

Entrevista a Javier Urra por la publicación de su libro 'Déjale crecer'.

Entrevista a Javier Urra por la publicación de su libro 'Déjale crecer'. (Foto: Kike Rincón)

 

Por Laura Crespo  miércoles 07 de noviembre de 2018, 00:43h

Entrevista al exdefensor del menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, que publica Déjale Crecer o tu hijo en vez un árbol fuerte será un bonsái.
 

El psicólogo y exdefensor del menor en la Comunidad de Madrid, Javier Urra, presenta este jueves su nuevo libro, Déjale Crecer o tu hijo en vez un árbol fuerte será un bonsái, una guía para padres que parte de la experiencia del autor, tanto profesional (más de tres décadas de trabajo en la Fiscalía, además de su labor como defensor del menor y su gestión de centros de menores) como personal (es padre y abuelo por partida doble). “No soy un teórico”, ha asegurado Urra en una entrevista con Madridiario, en la que ha aportado las claves para proteger a los hijos sin sobreprotegerlos y evitar convertirse en un ‘padre curling’.

Después de publicar El pequeño dictador -del que se vendieron más de 300.000 ejemplares- y El pequeño dictador crece, en Déjale Crecer sigue planteando la necesidad de poner normas y límites en la educación de los hijos.

 

Editorial: La Esfera de los Libros

 

¿Por qué necesitan los padres hoy por hoy un libro como este?

 

España es un país que, junto con Italia, tiene la menor natalidad del mundo: 1,12. Viene de una antigua dictadura y eso parece que nos incita a pensar que a los niños no hay que ponerles normas ni límites, sino dejarles hacer. Además, España tiene padres que generalmente son mayores, muchos son familias monoparentales y a menudo con un gran sentimiento de culpabilidad. No estoy diciendo que sean culpables, sino que tienen, especialmente las madres, un terrible sentimiento de culpabilidad porque salen a trabajar y poco tiempo con los hijos o tienen la percepción de que están poco tiempo con los hijos. Entones se piensa que para un rato que se pasa con ellos, no se va a estar discutiendo o sancionando, y se les deja hacer. El resultado son, por un lado, niños que se acostumbran al ‘primero yo y luego yo’ y que se hacen un poco dictadores, tiranos. Y, por otro, madres y padres que se pueden llamar ‘dron’, porque sobrevuelan a sus hijos constantemente, o ‘curling’, porque van allanando su camino.

 

¿Qué caracteriza a este tipo de padres?

Son padres que en seguida llevan a sus hijos al pediatra o llaman inmediatamente a un psicólogo, padres que se ven obligados a ser súper padres, que quieren arropar en todo momento a sus hijos e incluso, y lo digo con todo el respeto del mundo, comprar su cariño, dejándose chantajear.

 

Padres sobreprotectores…

Sí. Y yo creo que es un error. Si un niño se cae en la calle, lo que hay que hacer es mirarle y que se levante, sin darle tanta importancia. Un niño con ocho años tiene que ir a un campamento, para que sepa lo que es la soledad, la austeridad, para que se ponga en el lugar del otro, para que comparta, para que mire las estrellas. Un niño con nueve o diez años tiene que ir a un hospital, ver a otros niños muy enfermos y decirles la verdad, que algunos de esos niños van a morir. Un niño, desde muy corta edad, tiene que dar besos a la abuelita que a lo mejor tiene Alzhéimer… Estas son las vacunas contra el egoísmo, el narcisismo, el primero yo y luego yo.

 

¿Suavizar o matizar las partes más feas de la realidad es contraproducente?

A los niños hay que fortalecerlos, educarlos en la duda; enseñares que la vida a veces una maravilla, que otras veces es gozosa, asombrosa, aburrida y otras veces te abofetea. Que la vida no es justa.

En el año 2020, la segunda enfermedad más grave del mundo, solo por detrás de las cardiovasculares, será la depresión. Hay que pensar qué está pasando en la sociedad. Igual que relacionamos los problemas de alergias o asma con la contaminación, hay que ver si la sociedad es sana o insana con los niños. Claro que los niños se van a encontrar con la prostitución, con que se trata mal a un trabajador, con la cocaína… se van a encontrar con todo.

¿Por qué hay chicos que se meten en sectas, que se drogan, por qué el suicidio infanto-juvenil está aumentando? Estamos haciendo chicos que son como el cristal, duros pero frágiles. Y cuando falla algo, se rompen.

 

Foto: Kike Rincón

 

 

¿Dónde está el límite entre proteger y sobreproteger?

Ahora la gente tiene miedo a que los niños salgan y corran; eso es un problema. Sobreproteger no es que tú estés atento como madre o padre a que un niño sufra acoso escolar, eso es una obligación. Es más, hay que transmitir como padre si en el colegio te machacan o te ridiculizan o se ríen de ti, no debes dudar en decírmelo, porque ahí sí que iremos rápido al colegio a buscar una solución. Eso es proteger a un hijo. Sobreproteger es que estén dos niños jugando en el parque, uno le dé una patada al otro y vayas con el casco azul. Sobreproteger es ir en contra de los profesores por principio, porque si le dicen algo a mi niño se trauma. Es hacerles la tarea o no tener criterio para el horario.

Por ejemplo, si un niño que ya controlaba esfínteres y de pronto sufre una involución sin causa aparente, yo le llevaría a un psicólogo, porque algo hay, un temor o un miedo. Si un adolescente tiene unos comportamientos muy extraños, en relación con el resto de adolescentes, por ejemplo, no sale nunca, no tiene amigos, está deprimido o tiene comportamientos que sugieren un principio de anorexia… propondría un psicólogo. Ahora bien, si un niño de 8 años me dice que no quiere ir al cole, no le buscaría un psicólogo, leería los libros de Javier Urra y sería un padre o una madre: le diría que el problema no es si quiere o no quiere ir, es que tiene que ir. El niño tiene que entender lo que es el deber, lo que es la obligación y el compromiso, lo que es la palabra dada, la lealtad… Todo eso es la educación.

Estoy muy cansado de que la gente diga que los niños no vienen con manual de instrucciones. Eso es mentira. Yo he escrito muchos libros sobre esto... Luego cada uno tiene que hacer las cosas a su manera, pero es una base.

 

Ni súper mamá, ni súper papá, ni súper hijos

Para Urra, la gente hoy ha perdido la capacidad de dejarse llevar por el “criterio de la naturaleza”. “Somos animales y la lógica es que sepamos ser padres”, asegura, “pero la mayoría de los padres de hoy en día no sabe cómo actuar”.

Para el psicólogo, un error común es no querer disgustar a los hijos. “Eso es imposible; para hacer una tortilla tienes que romper los huevos”, afirma y aboga por “hacer las cosas por el bien de nuestros hijos sin querer ser súper mamá y súper papá.

Además, la generación actual tiende a pensar, según Urra, que el sistema educativo que ellos han recibido no sirve para sus hijos. “Es un error, porque al final a todos, independientemente de la edad, nos preocupa lo mismo, reímos casi por lo mismo y lloramos casi por lo mismo. Las cosas cambian, pero no cambian tanto”.

Por último, el exdefensor del menor ve cierto “postureo” en la paternidad actual: “Llevarle aquí y a allá, apuntarle a chino y a danza… un poco excesivo”, valora. “Hay que priorizar lo esencial para ser feliz. ¿Qué en la sociedad hay competencia? Sí, pero ser buena persona te abre más puertas que muchas otras cosas”, zanja.

«La sociedad se preocupa mucho por los adolescentes, pero no se ocupa de ellos»

Los jóvenes con Trastorno del Espectro Autista (TEA) tienen más riesgo de convertirse en víctimas de la coacción y el abuso sexual

Actualizado:

 

0

Un 25% de la población mundial tiene en estos momentos entre 10 y 24 años, un periodo que es el de «mayor aprendizaje para la vida, una época difícil» en la que los seres humanos son propensos «a padecer desórdenes mentales como la ansiedad, la depresión, el abuso del alcohol y otras sustancias y trastornos de conducta alimentaria», según señaló María Concepción Guisasola, coordinadora científica de las Jornadas Científicas de la Fundación Alicia Koplowitz.

 

En dicho evento, la doctora Susana Monereo habló de los cambios hormonales profundos que se producen en esta etapa de la vida y que «van a ser decisivos en la adquisición del cuerpo de adulto con caracteres sexuales, la fertilidad, la personalidad». Resaltó que uno de los principales problemas es la definición de la edad en la que ocurren esos cambios y advirtió sobre dos alteraciones que se están detectando, la pubertad retrasada, «que afecta fundamentalmente a varones», y la precoz, «que aparece principalmente en niñas». Y dejó sobre la mesa una cuestión polémica que ha surgido en los últimos tiempos, como es el tratamiento de la disforia de género en niños en la pubertad, antes de que aparezcan los caracteres sexuales definitivos.

 

Su compañero de panel, el doctor Javier Urra, subrayó que «la sociedad se preocupa mucho por los adolescentes, pero realmente no se ocupa de ellos, no les da opciones, no les motiva, no les atiende». En este sentido, incidió en el «enfrentamiento con el exterior» y los riesgos de adicciones que se producen en esta etapa de la vida. Como ejemplos, citó la ludopatía, el sexo sin amor, el coqueteo con las drogas, la pertenencia a grupos asociales o el inicio de los trastornos de alimentación y las conductas transgresoras.

 

Como la violencia filio-parental, «esa patología del amor de quienes quieren quererse y no saben hacerlo», los trastornos límites de personalidad, las depresiones, el déficit de atención con hiperactividad e, incluso, el suicidio. Pero, avisó que «nadie quiere abordar el tema del psicoticismo en niños o la psicopatía». Y recomendó que «bien haremos en describir la realidad, afrontarla y, en ocasiones, prevenirla».

 

Violencia contra la mujer

La profesora Verónica de Miguel expuso la V Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2015 del CIS, de la que destacó que las mujeres jóvenes sufren menos violencia sexual o económica, pero más psicológica que las mayores, el 32,3% frente a un 24,6%. «Casi una de cada cinco mujeres jóvenes manifiesta haber sufrido violencia de control de su pareja actual», añadió. Al mismo tiempo, las mujeres jóvenes se ven más afectadas por la reincidencia de sufrir violencia de género por parte de más parejas. Pero como aspecto positivo subrayó que éstas acaban con la relación de violencia con más frecuencia que las mayores (77,7% frente a 66,4%). Y también que las que poseen mayor nivel académico tienen menor probabilidad de haber sido víctimas de violencia de género.

 

Quienes asumen más riesgo de convertirse en víctimas de la coacción y el abuso sexual son los adolescentes con Trastorno del Espectro Autista (TEA), según la doctora Rosa Calvo. «También puede ser frecuente que no adviertan lo inadecuado de su comportamiento sexual, llegando a realizar requerimientos insistentes o tocamientos inapropiados», apuntó. Precisamente, la sexualidad es algo que preocupa a los padres, pero que tienen dificultades para abordar, «por ello expresan la necesidad de apoyo para educar a los adolescentes autistas sobre el funcionamiento psicosexual».

En este sentido, abogó por poner en marcha programas de intervención sobre sexualidad específicos para adolescentes con TEA. La doctora Calvo mostró también las conclusiones de las investigaciones más recientes sobre sexualidad en autismo, así como los resultados de distintos programas de intervención, deteniéndose especialmente en el estudio piloto desarrollado en el centro donde ella trabaja y basado en un protocolo de intervención psicosexual holandés.

 

Asimismo, la doctora Laia Villalta, puso de relieve que «existen pocos datos sobre las consecuencias a corto y medio plazo de la agresión sexual en jóvenes», a pesar de que supone una experiencia traumática grave. Utilizó datos de un estudio que está siguiendo a adolescentes víctimas de agresión sexual atendidas por clínicas londinenses para demostrar que «hasta un 80% de las víctimas presenta algún tipo de trastorno psiquiátrico y más de la mitad varios trastornos co-mórbidos».

 

Otro de los datos obtenidos por el estudio es que un 88% de los adolescentes muestra síntomas de disregulación emocional tras un trauma sexual, «siendo la prevalencia de Trastorno por Estrés Postraumático Complejo de hasta un 40%».

Sobreprotección

Tenemos unos padres que sobreprotegen en exceso, que transmiten a sus hijos sus propios miedos, que quisieran que sus niños no sufran, no padezcan. Sobreproteger en exceso puede llegar a ser casi un maltrato.

 

Jueves 27.09.2018

 

Claro que los padres deben de intervenir activamente cuando un hijo sufre acoso escolar, o es el agresor, pero no debe considerarse un “casco azul” entre dos niños que riñen por la pelota en el jardín.

Y es que si un adolescente, o mejor dicho joven, nunca ha recibido una orden contundente que se ha de llevar a efecto porque sus padres no han querido, no han podido, no han sabido imponer criterios, normas, prohibiciones, es muy difícil que esta persona, que pronto será adulta, asuma de un juez una disposición, una medida.

Los padres inmaduros generan en sus descendientes un alto grado de neurosis, de dificultad para ubicarse. Los niños se sitúan en riesgo, al no conocer el devenir de su proceso, al sentirse al albur de las circunstancias, al tener que madurar sin alguien que les sirva en ese sentido de ejemplo, de apoyo, de sostén.

No hay padre que no te diga: “educar hoy es más difícil”. Y quizás tengan razón, antes existía la autoridad del padre, la autoridad del profesor, la autoridad del policía, del alcalde, y hasta del cabo en el ejército. Todo ello se ha puesto en duda, y algo tan benéfico como la democratización de las relaciones, de las instituciones, se ha infiltrado equívocamente. Cuando la ciudadanía delega sus responsabilidades por miedo a la contestación de los jóvenes o a la de sus padres, o a la denuncia de estos, entramos en un terreno pantanoso.

Creo captar que muchos padres no quieren asumir su responsabilidad, sancionar, mostrarse maduros, adultos, y se manejan en una nebulosa de familia democrática, de amigo, de colega, absolutamente confundidos. La sanción es parte de la educación. La sanción es necesaria.

Bien está la educación horizontal, la igualdad, pero a veces se confunde la amistad con el coleguismo, sin propio criterio, sin límites, sin razones objetivas.

Debiéramos preguntarnos si todos los padres estamos preparados para educar a todo tipo de hijos. Quizás la respuesta sea no. Cualquier persona sabe que hay niños muy serenos, que duermen bien por la noche, que descansan, que no son llorones. Por contra, otros son muy demandantes, muy exigentes, muy negativistas, muy de rabietas. Hablamos de temperamento.

Y cuando todo esto se da, es esencial tener unos padres -en la medida de lo posible- serenos, que sepan mantener una distancia óptima, que valoren, que no se enerven y se dejen llevar por la ira, que no entren en un combate de igual a igual.

Me rebelo contra el criterio de que los padres siempre se han de poner del lado del hijo. No lo comparto, no lo admito. Un buen padre tiene que recriminar gravemente a su hijo, tiene que llorar por lo que ha hecho su hijo, tiene que preguntarse qué ha hecho mal como padre, tiene que pedir perdón a la víctima y a sus padres.

No alcanzo a entender por qué hay tantos padres que defienden a capa y espada a sus hijos en toda conducta. Pienso que hablamos de miedo, miedo a que el hijo se vuelva contra ellos, si este padre no se muestra rendido al mismo, sometido al mismo, y por eso tergiversa la realidad, y por eso intenta argumentar lo indefendible. A los niños hay que sancionarlos cuando lo merecen, sin miedo.

Estamos ante unos padres que confunden lo que es educar con maltratar, unos padres que no defienden sus derechos, su espacio, su realidad personal. Es como si se hubiera girado el tablero, de unos hijos que tenían miedo a los padres a unos padres que tienen miedo a los hijos y al qué dirán. Educar conlleva asumir riesgos, no claudicar, no ser dubitativos, no dejarse chantajear.

Hay progenitores que han renunciado a serlo. Es más, hay quien confunde negociación (que ya es un craso error) con dejación. Hay padres que pierden de vista su papel y son incapaces de transmitir mensajes coherentes a sus hijos, y con tal de evitar conflictos (más aún si se trata de familias desestructuradas o recompuestas) acaban negociando y consintiéndolo todo.

Los padres han de hacer crecer en el niño ese desarrollo moral, social, cívico, donde se fomente el dar respuesta al deber, a la obligación, al bien hacer.

Y si bien se invierte tiempo, dinero y esfuerzo en el currículum de los hijos, haremos lo correcto al mejorar en disciplina, en decir a los niños «no» para que se sientan seguros y protegidos. Por cierto, el «no» es innegociable. No se puede retirar.

Es necesario romper el cordón umbilical, algunas veces no se lleva a efecto ni después de terminar la carrera universitaria.

No se trata de evitar a los hijos las dificultades de la vida, sino a enseñarles a superarlas. La disciplina, el deber, las exigencias, son retos que se alcanzan desde lo cotidiano, desde los hábitos, pues no nacen de forma espontánea. Es más, si de niño, de adolescente, no se inculcan sentimientos de deber, será más difícil hacerlo de adulto.

Los padres sobreprotectores creen que demuestran cariño al resolverle todo a los hijos. Y lo asombroso es que muchos chicos, cuando salen del hogar familiar, muestran su competencia para las compras, para la autonomía, para vivir con otros jóvenes, para asumir responsabilidades.

Hagamos que nuestros niños sean previsores, discretos, que sepan diferir gratificaciones dominando los impulsos y apetencias del presente en pro del objetivo a más largo plazo.

Enseñemos a convivir, es un objetivo esencial e irrenunciable. Mostremos cómo afrontar conflictos, pues es necesario para una correcta socialización, para salir del «Yo».

Convivir con los hijos es vivir con intensidad, disfrutar y manejarse en el conflicto. Eduquémosles en no ser consumistas, a ceder el sitio a personas mayores, embarazadas, con discapacidad. A respetar a los animales y al medioambiente.

Precisamos educación para la ciudadanía, conocimiento de los derechos humanos, de lo que de verdad significa la polis, la ciudad, el entramado social, el Kairós, que es el tiempo y las oportunidades.

Educar a un hijo requiere mucho esfuerzo, equilibrio, prepararse, esperanzarse. Y saber que nos vamos a disgustar, que nos vamos a enfadar, que no vamos a comprender.

Créanme, sobreproteger hace niños dependientes, frágiles, que necesitan un tutor, una directriz. Y a veces cuando la vida los abofetea quieren huir de ella y se ponen en riesgo. Vacunemos a nuestros hijos contra la desesperanza, la desilusión y el sin sentido. Aprendamos a crecer con ellos.

 

NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores.

“El carácter es nuestro destino. Según tú seas, así te irá en la vida”

{Estella, Navarra, 1957} Cercano, espontáneo, ofrece confianza en el tú a tú. Consciente de que sus opiniones, muy argumentadas, son controvertidas en muchas ocasiones, Vigo pudo disfrutar en fecha reciente de la presentación de su nuevo libro, ‘La triple E (Escala de Estabilidad Emocional)’ y que edita Aguilar. Urra “nos reta a un juego inteligente, a iniciar un viaje hacia lo más profundo de nuestro ser “, eso sí, con sentido del humor y entretenimiento.

 
 

MARÍA ALMODOVAR. SANTIAGO   | 09.04.2018 

 

Este libro, 'La triple E' nos invita a adentranos en lo más profundo de nuestro ser, cuando todos pensamos que nos conocemos muy bien a nosotros mismos.

 

Sí, en cuanto a la psicología, yo creo que la gente tiene una idea generalizada de sí misma, pero bastante equívoca, como la imagen siempre distorsionada que devuelve el espejo.

La triple E, que no deja de ser un reto y un juego, es para que los lectores se entretengan. Aunque lo he escrito en el AVE, en el avión..., es verdad que he entrevistado a muchos catedráticos, a muchos compañeros de la Academia de Psicología para darle rigor.

Sinceridad y bolígrafo, dos herramientas imprescindibles para leer 'La triple E'.

 

Sí, porque si te vas a mentir... Y fíjate que la tendencia al autoengaño es muy general. Yo siempre pongo un ejemplo: Si yo en una conferencia digo: 'En esta sala hay mucho imbécil', la gente se ríe porque piensa que el imbécil es el de al lado. Además, el 80 % de la población cree que es más inteligente que la media.

O sea, que en general parece que la gente se quiere mucho.

¡Sí!, mucho más que a los demás. Lo importante para el ser humano es el yo. Luego se educa en el tú, en el nosotros, en los otros, en ser generoso y altruista. La gente no tiene tiempo para conocerse, no es fácil conocerse a sí mismo, pero es necesario.

En este libro les digo que hay signos con los que se pueden identificar, como ¿, que lo elige quien no tiene muy claro si va o si viene; hay gente que es profundamente una ¡, o . (punto final), porque dice: esto lo digo yo...

En 'La triple E' dice que el lector se va a divertir. ¿Cómo es posible si descubrir nuestras debilidades en teoría nos entristecería?

A ver, yo estoy gordito. ¿Y por qué? Porque tomo cerveza. Si me quitase las cervezas, estaría más delgado y si en lugar de escribir tantos libros me dedicase a caminar, mejor. Ya está hecho el diagnóstico. Ahora, ¿quiero cambiar o no? Eso es una decisión mía.

¿Todos deberían comprarlo?

No. Y tampoco es para regalar, no vaya a ser que si lo hace, el otro lo interprete mal. Es más, hay gente a la que le digo que no lo compre porque la veo emocionalmente muy complicada y quizás lo mejor que debemos hacer es que continúe con su taca-taca emocional.

¿Qué es el taca-taca emocional?

Tú sabes que la gente muy mayor tiene dificultades para caminar y para no caerse lo utiliza. Entonces, siga usted siendo como es, no se líe mucho y no profundice en exceso si tiene miedo a conocerse.

Lo que quiero es que la gente juegue, que sepa hacerse interrogantes y, sobre todo, que pare un momento en su vida, que reflexione sobre qué metas ha alcanzado y cuáles no.

Javier Urra: “Esta sociedad tiene que plantearse la educación en la igualdad y en la ruptura”
Javier Urra, autor del libro "La huella del dolor. Estrategias de prevención y afrontamiento de la violencia de género", sobre el que versa esta entrevista. Carlos Berbell/Confilegal.
 

Javier Urra: “Esta sociedad tiene que plantearse la educación en la igualdad y en la ruptura”

Carlos Berbell
7 febrero, 2018
 

Javier Urra, hay que decirlo, es un tipo brillante. Un gran psicólogo que conoce muy bien su materia. Lo que dice está exento del típico “suajili” técnico. Habla en el lenguaje de la calle, para que se le entienda. Y se le entiende.

El doctor Urra fue el primer defensor del Menor de la Comunidad de Madrid; sirvió como psicólogo de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y de los Juzgados de Menores de Madrid, ahora en excedencia.

 
 

En la actualidad es el presidente de la Comisión Rectora del Programa RECURRA-GINSO, donde, junto a un equipo de profesionales, atiende a menores de entre 4 y 18 años que están en conflicto con sus padres y que presentan graves dificultades en su relación familiar.

El pasado año fue invitado por Susana Camarero, presidenta de la Comisión de Igualdad del Senado, a participar ante el grupo de senadores que estaban elaborando la Ponencia de estudio para la elaboración de estrategias contra la violencia de género y que generó 266 medidas para combatir esa lacra.

 

Su intervención le valió una carta de agradecimiento de Camarero, en la que reconoció que la suya había sido “una contribución decisiva para el acuerdo conseguido”.

De aquella intervención nació un libro que Urra dio a la luz recientemente, titulado “La huella del dolor. Estrategias de prevención y afrontamiento de la violencia de género”. Obligado para todo aquel que esté interesado en el tema.

Podrías haberlo titulado, Javier, “Manual para hacer frente a la violencia de género con eficacia”. 

 

El libro nace de una necesidad social que a mí me responsabiliza. A mí me llama el Senado, como experto en violencia de género. No lo soy. Pero sí soy experto en menores.

 

Voy allí, me preparo mi documento, lo llevo, etcétera, y comienzo mis palabras preguntando cuál es el mayor insulto que hay en España. Se callan. Pero yo se lo contesto. Es hijo de puta.

Y la segunda pregunta que les formulo es cuántos directores y directoras ha tenido la Real Academia de la Lengua y cuántas de ellas son mujeres. No lo sabían. La respuesta era cero.

Un 33 por ciento de los jóvenes creen que los celos son una prueba inequívoca de amor

Con esas dos preguntas, y las respuestas consiguientes, estaba todo contestado.

A partir de ahí yo me quedó con ¿qué tenemos que hacer?

 

Yo aporté aquí dos o tres cosas. Una tiene muy mal pronóstico: La violencia de género. Por varias razones. Una, por lo que se ha dado en llamar la paradoja nórdica. En los países del norte hay más igualdad pero hay más muertes por violencia de género.

Puede ocurrir que en España, a medida que la mujer vaya alcanzando cada vez más igualdad, quede un reducto no pequeño de hombres que no lo vayan a admitir. Y más en los procesos de ruptura y separación.

Tú hablas de dos factores: El resentimiento por parte de los hombres y el alcohol.

El alcohol es muy importante. Allí el problema está en que la gente bebe sola. Y esa soledad y el salir menos a la calle, hace que el sufrimiento se genere en el hogar.

El varón en España tiene un pequeño riesgo de ser atracado o atacado en la calle. La  mujer lo tiene dentro del hogar. Esa es una realidad. Sea pareja o expareja.

Ese es un problema, pero lo otro que yo expuse en el Senado, que conozco muy bien, son los jóvenes. Un 33 por ciento de los jóvenes creen que los celos son una prueba inequívoca de amor.

También creen que el amor es bidireccional. Si yo quiero a una persona esa persona necesariamente me tiene que querer a mí. Si yo diera la vida por esa persona, esa persona tendría que dar la vida por mí. Luego es un problemón.

El tercer factor es el tema del respeto a la intimidad. Si un noviete le dice a una chica, mándame una imagen tuya desnuda lo va a hacer. Y lo va a hacer porque cree que está obligada por el cariño y el amor.

Si después esa pareja no va bien, es posible que alguno de estos chicos, con rencor, lo cuelgue en las redes sociales.

Por otro lado, veo jóvenes varones muy convencidos de que lo primero es su propia dignidad, su propio honor, su propio orgullo. De él nadie se ríe.

Así, cualquier decisión de separarse que tome la mujer le genera un gran problema.

En las chicas que yo tengo en el centro, y lo cuento en el libro, hay bastantes que te dicen ‘yo me acuesto con mi novio y no quiero’. Entonces, ¿por qué lo haces?, les pregunto.

‘Pues muy sencillo, porque si no se iría con otra’.

 

A eso se llama inseguridad personal.

Hay muchas chicas que no quieren quedarse solas. Lo niegan todas. Me dicen, señor Urra, si me quedo soltera, pues muy bien. Pero no es verdad. Y lo sabes porque te lo dicen sus amigas. Esta no sabe qué hacer por pillar uno.

Y luego tenemos un tema, que es muy complejo, y es que gusta el ‘malote’.

Después de ver la película Casablanca les planteas, ¿te irías con ese hombre gris o bueno o te quedarías con Humphrey Bogart?

Eso mismo dice Javier Pérez Reverte. Las mujeres se quedan con los malos, porque piensan que pueden cambiarlos.

Claro. Ahí está el quid de la cuestión. Conocemos casos de personas que han hecho cosas terribles y que, por eso, están cumpliendo condena. Y entonces una novia, una trabajadora social, una buena samaritana, que inicia una relación con la idea, ‘lo voy a cambiar’. Ya lo veremos. A lo mejor le cambias mucho, pero no lo suficiente.

Y luego, el ‘malote’, que va con la moto, sin tubo de escape, que vacila, que es chulo, que defiende ese amor antiguo, que ha renacido.

Y no es verdad. Tú tienes tu pareja, que es como es. Vas pasando del amor pasión al amor ternura, pero cediendo en muchas cosas, cogiéndote vacaciones de vez en cuando para que corra el aire y teniendo tus propios amigos.

En tu libro también revelas que los jóvenes inducen a las chicas a no usar preservativos en sus relaciones sexuales y a que tomen la píldora del día después para no quedarse embarazadas.

Eso está pasando. Ese es un tema que ha hecho un repunte en enfermedades de transmisión sexual. No sólo SIDA, también gonorrea y sífilis. Esto, que estaba en descenso, ahora está aumentando, de forma clara.

Es una sociedad que te deja, como especialista, muy perplejo.

Las prostitutas te cuentan que hay en torno a un 20 por ciento de los varones que pagan más con la condición de no tener que ponerse un preservativo. Lo cual es muy llamativo, porque supone ponerse en riesgo él y a su pareja. Es una realidad.

Yo, que soy muy positivo en todo, en este tema no lo soy. Porque, además, otra cosa que digo, es que en vez de ganar en respeto, estamos actualizando mucho lo que es el criterio del cliente.

El cliente puede exigir. Según la Diputación de Aragón, que sacó un libro interesantísimo, cada 14 kilómetros hay un “puticlub”.

Yo pago y le exijo a que haga lo que yo quiero. Esa es una realidad patente.

Los jóvenes inducen a las chicas a no usar preservativos en sus relaciones sexuales y a que tomen la píldora del día después para no quedarse embarazadas

La temática que abordas en tu libro es dura. ¿Te ha dejado alguna cicatriz en el alma?

Es muy dura, sí. Tengo que reconocerlo. Antes de publicarlo, además, se lo he enviado a la fiscal de Sala del Tribunal Supremo para la Violencia de Género, a la delegada del Gobierno, y a una serie de personas que me merecen especial respeto y admiración.

Muchos de ellos aparecen en la página de agradecimientos. Pero no todos.

¿Por qué causa?

Porque me he encontrado con catedráticos muy prestigiosos de distintas áreas a los que les he pedido que leyeran el libro.

Después de tirarse dos tardes leyéndolo, me han dicho ‘yo cambiaría esto, esto y matizaría esto’. Y no lo he hecho porque después de eso, en papel aparte me han dicho otra cosa. ‘Ahora te voy a contar mi opinión personal, como hombre’. Y no se compadecía con lo que me habían contado antes.

¿Y cómo se pueden tener dos opiniones?

Una es la políticamente correcta, la que tengo que decir y digo, y la otra es la que, como varón, pienso.

Y me encuentro con profesionales que dan una imagen y que siguen creyendo, uno, que a veces se está poniendo demasiado el foco en esto, cuando realmente la mortandad, siendo grave –llevamos 1.000 mujeres-, comparada con otros hechos, como homicidios, etcétera, por lo que tampoco es tan relevante.

Dos, no son pocos los que dejan entrever que ven la legislación como profundamente injusta. En un proceso de separación la mujer va a obtener, casi seguro, la custodia de los hijos, se va a quedar con el piso… Hay un porcentaje de varones que dicen, tú me has desgraciado la vida, bueno, comprenden que ocurran cosas como las que tienen que ocurrir.

Claro, que todo eso no se diga, no se plantee, nos genera un incendio subterráneo peligroso.

A esta gente les he dicho, ‘después de vuestra incoherencia personal, no os voy a agradecer nada. Vuestras opiniones no van a aparecer en el libro porque me han dejado un mal regusto’.

Hay que educar en la ruptura. Esto es como unos socios que montan un negocio. Las posibilidades de que se rompan son altas, pero hagámoslo de tal manera que no generemos muchísimo daño

Una propuesta que haces en tu libro es que los extranjeros que quieran ser españoles pasen por un examen sobre igualdad de género.

Esta es una sociedad que tiene que plantearse la educación en igualdad y también en la ruptura.

Aquí hay un tema del que no se está hablando. Desde Aristófanes se ha implantado la idea de la media naranja. Nuestros cálculos son que el 75 por ciento de los jóvenes se van a separar. 3 de cada 4 parejas se divorciarán. Porque viven muchos más años, porque se aguantan menos, porque se ha diluido el tema del pecado.

Antes la gente tenía una cierta hipocresía. Es muy fácil que el abuelo tuviera un amante en el pueblo de al lado y que toda la familia lo supiera. Y cuando el abuelo moría, la segunda familia estaba en el funeral, en el entierro, en un aparte, pero estaba.

Esa hipocresía mantenía ciertas cosas. Hoy eso no pasa. La lucha, por lo tanto, es más encarnizada.

Por eso creo que hay que educar en la ruptura. Esto es como unos socios que montan un negocio. Las posibilidades de que se rompan son altas, pero hagámoslo de tal manera que no generemos muchísimo daño.

El daño es que llevamos, en los últimos años, 24 niños muertos directamente. A manos de sus padres. 8 en 2017. Y un número importante de niños que pierden a su madre, que quedan huérfanos, o en el caso reciente, de Azuqueca de Henares, en el que hombre mata a la mujer y la mata delante de los niños.

A mí me parece muy interesante que un tercio de esos hombres se suicide. Hay un pensamiento de que esta mujer me ha destrozado la vida. Esto no va a ser. Y, una de dos, o le mato a los hijos, que son míos, pero son suyos, porque a ella le va a hundir la vida.

 

El síndrome de Medea.

Exacto. O bien, yo la mato y me suicido.

Yo no niego que haya rupturas que son muy violentas. No niego que haya personas, hombres y mujeres, con los que es imposible convivir, que los hay. Lo que sí digo es que hay que educar a la gente en esto. Porque no se puede vivir en un ambiente tóxico.

¿Las relaciones tóxicas tienen algo de adictivo por ambas partes, por parte del hombre y de la mujer?

Sí. Eso está muy estudiado. Es la indefensión aprendida. El ejemplo que se pone es el del elefante grande que está atado al suelo con una estaca pequeña.

¿Por qué el elefante no se va? Se estudia que cuando era una cría pusieron una estaca que era muy grande, comparada con su volumen. Tiró varias veces, no pudo y ha aprendido que no puede irse. Sí podría, pero cree que no puede.

La película de Itziar Bollaín, “Te doy mis ojos”, lo explica maravillosamente bien.

Porque el varón genera luz de gas. Por un lado, un día la agrede, la ridiculiza, la veja, y por otro lado, otro día se pone de rodillas, se apasiona, dice es que te quiero tanto. No volverá a pasar.

Genera una situación donde va manejando las emociones de la otra persona, va rompiendo las relaciones de la otra persona, creando inseguridad en esa persona. No tiene nada que ver con el tema económico. Y si tiene hijos o no.

Llega un momento en que esa luz de gas la mujer no sabe salir de esa espiral, entre otras cosas porque también tiene mucho miedo de decir, ‘pues hasta aquí hemos llegado’.

Porque sabe e intuye, y es verdad que el riesgo es altísimo.

Y el hombre se suicida, en muchas ocasiones, porque una vez que ha matado a la mujer  no tiene una razón de vida.

Como su vida ha sido tener una persona dependiente de él, es como si tú manejas un muñecos y de pronto cortas lo hilos.

Sí, hay relaciones que se hacen muy perversas.

La violencia de género es instrumental. Mi mujer va a ser una esclava mía. No quiere eso decir que el hombre entienda que eso es realmente así. El hombre lo ve como normal. Yo le impongo las cosas y es un potro al que hay que domar

Cuando en tu libro preguntas a aquellos hombres que han matado a mujeres si volverían a hacerlo, dadas las mismas circunstancias, te contestan que sí. ¿No te sorprende?

Yo he estado en las cárceles de Navalcarnero o Soto del Real entrevistándome con muchos de ellos. Algunos dicen arrepentirse. Hay otros que no. Dicen, ‘la maté. Yo estoy cumpliendo por ello, pero hice lo que tenía que hacer’.

En el año 92 nosotros pusimos en marcha una tertulia en el Café Gijón el primer jueves de cada mes, salvo que coincida en festivo.

Por ella ha pasado mucha gente. Jueces, fiscales, abogados, personas que han estado, incluso, en el corredor de la muerte… Sólo una vez le dije a una persona que no volviera.

Era un señor que había matado en su día a su mujer. Había estado en la cárcel, había cumplido su pena, y había salido.

En el almuerzo habló sobre la realidad a la que lleva eso. Estuvo bien. Pero cuando nos íbamos a los postres, le hice una última pregunta: ‘Si volviera a nacer y pasar por todo lo que ha pasado, por esa desesperación de la que nos ha hablado, ¿volvería a matarla?’. ‘Sin dudarlo’, me contestó.

No había entendido nada.

En absoluto. Le dije, tómese el café muy a gusto, pero no vuelva por aquí.

A la gente le sorprendió mucho. A mí no me sorprendió tanto porque la gente suele hacer lo que quiere hacer. Es decir, quien mata a su mujer lo tiene previsto.

No es nada pasional, como muchas veces se comunica.

No. Hombre, yo no te digo que un día un cazador que llega a casa y encuentra una situación tal y echa mano de la escopeta… Pero normalmente ya lo ha pensado.

Lo ha pensado varias veces.

Y se lo ha dicho. Como esto siga así, esto va a tener un desenlace terrible. No le dice contra ti, o contra mí, o contra los dos. O va a ser un homicidio ampliado.

En mi libro digo que es estructural, que ocurre en todos los países del mundo, y que hay países en los que se les arroja ácido a la cara para dejarlas marcadas para siempre.

También es instrumental. Mi mujer va a ser una esclava mía. No quiere eso decir que el hombre entienda que eso es realmente así. El hombre lo ve como normal. Yo le impongo las cosas y es un potro al que hay que domar.

Y para darse valor toma alcohol o drogas.

Eso tendrá también un componente sexual muy fuerte, ¿no?

La sexualidad tiene ahí un juego de sadomasoquismo ligero, que en otros casos se agrava mucho.

La gente piensa de antemano lo que va a hacer. Se da valor tomando alcohol o drogas y lo hace. Tú sabes que es atenuante o eximente en el Código Penal.

Mi pronóstico no es bueno. Por eso el libro se llama “La huella del dolor”. La portada son los zapatitos rojos de Ciudad Juárez. La huella, porque deja mucho dolor no sólo en la persona que es maltratad y vejada sino también en su entorno y su familia.

Ahí sí denunciaría que cuando una mujer le dice a su entorno, ‘Pepe me maltrata’, la gente no le da trascendencia. No estamos muy sensibilizados en que puede pasar lo peor.

Y que ese tipo que en las reuniones es, más o menos agradable y encantador, puede ser en su casa un auténtico depredador de la mujer si entiende que incumple lo que ha de hacerle.

Y cuando ese varón rompe con esa pareja y se va con otra, vuelve a repetir.

 

También ocurre con ellas, ¿no?

También. Eso a las feministas, en particular, no les gusta oírlo. Como tampoco les gusta oír que hay algunas denuncias falsas.

Me van a decir, ‘la estadística no lo demuestra’. Es verdad, porque no se persiguen.

Hay mujeres que, por circunstancias de relaciones con el padre, normalmente complejas, tienden a buscar un hombre que sea muy protector, pero que, al mismo tiempo, sea muy dominante.

Sí es verdad que tenemos mujeres que van buscando un hombre no que la maltrate, pero sí con un perfil que es de muchísimo riesgo.

Hay que tratar a los agresores para que no reincidan. Y a las víctimas. ‘Mira el mundo, con quien te relacionas. Eres libre, pero tus conductas son patológicas. Tenemos que romper ese círculo. Tienes que buscar una relación de igual a igual’.

Hay que tratar a ambos. No siempre es factible. Sobre todo con algunos agresores que no tienen la más mínima intención de cambiar. No la tienen.

Tú has escrito que la terapia de pareja no funciona.

Es que la terapia de pareja no debe de existir. Tampoco la mediación. Porque es un tema muy desigualdad. Es como si pones a un terrorista y a la víctima.

Una vez que ha pasado todos los años en la cárcel, y que ha pagado a la sociedad por su delito, tú le puedes decir a la víctima si quisiera perdonar, tener una relación, un día puntual, bien manejada… No es, ‘te perdono y yo ya no voy a la cárcel’.

Hay algunos hombres que no tienen ningún sentimiento de culpabilidad. Eso es realmente grave.

¿Se está educando a los niños y a las niñas en la igualdad?

Pareciera que sí. Pero si rascas y profundizas, categóricamente, no.

Tú explicas que la terapia con hombres violentos el abandono es muy alto. Y que el gran problema que hay está en controlar los celos y la cólera. ¿Son bombas andantes?

Sí, son bombas andantes. Toda relación, de pareja o de trabajo, es una relación de poder. Freud ya se dio cuenta de que había sexo y poder. Yo creo que el orden es poder y sexo.

Pero hay que buscar el equilibrio.

Cuando una mujer escuche la frase si sigues por aquí aquí va a pasar una cosa muy grave le aconsejo que se vaya

En tu libro recoges frases que llaman mucho la atención. Por ejemplo, “Ya se sabe, los golpes, si son por amor, no duelen”. “Ya sé cómo se pone cuando salgo con mis amigas, aunque yo no le digo nada cuando sale con sus amigos”. “Necesito saber lo que ocurre siempre en su vida”. “Estoy enamorada de él y haré lo que me pida”. ¿Son avisos para navegantes?

Son síntomas, palabras, conductas, frases con las que hay que estar muy vigilantes. Cuando el hombre dice, eres una zorra, una perra, una cerda, la está deshumanizando. A partir de ahí le resulta más fácil maltratarla.

Es lo que hacían los nazis con los judíos.

Así es. Hay que señalar que hay hombres que padecen de un cierto complejo de inferioridad y eso lo compensa. Dicho eso, hay que decir que hay mujeres que son muy agresivas verbalmente. Van muy a la línea de flotación de donde a un hombre le pueden hacer muchísimo daño.

Eso es un craso error. Recuerdo que cuando dejé de ser defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y mi sucesor nos invitó, a mi mujer y a mí, a cenar en su casa. Allí nos confesó que, como todas las parejas, discutían. ‘Pero sabemos que hay temas nos haría mucho daño hablar. Y jamás pasaremos esa línea, de atacar al otro, en aquellos puntos que son muy personales y que son muy peligrosos para la relación’, nos dijo.

Eso está muy bien. En la vida hay que saber cuáles son los límites.

En tu libro dices que los niños que presencian violencia en casa sufren de estrés postraumático y déficit de atención por hiperactividad. ¿Eso influye a esos niños a convertirse en maltratadores en un futuro?

Ahí hay dos cosas. Si tú ves que tu padre ridiculiza, insulta, veja o tira a la mujer en el pasillo eso, está estudiado, hace tanto daño como si físicamente te golpea a ti.

Eso es como cuando vas al odontólogo con un ser querido. A veces duele más lo que le están haciendo que si te lo hacen a ti.

Dos, esto sale con los chicos que tratamos aquí. A lo mejor sale que el padre ridiculiza, veja o pega a la madre. Entonces, el chaval de 16 años interviene, dice, ‘hasta aquí hemos llegado’. Coge el brazo al padre y le dice, ‘no le vuelvas a levantar la mano a mamá’.

Pero luego el padre se va de viaje, porque es camionero. Y el chico, cuando la madre no le deja salir, o no le compra lo que quiere, emplea la misma violencia que empleaba el padre.

Él defiende a la madre frente al padre agresor, pero el virus ha sido inoculado.

Estos temas son muy preocupantes.

¿Te atreverías a dar tres consejos a las mujeres para que puedan identificar que con quien conviven puede hacerlas mucho, mucho daño?

Uno, que les esté rompiendo las relaciones con su familia y su entorno; que la esté aislando. Dos, que cuando el varón discuta pierda realmente los nervios, tanto verbal como físicamente. Y tres, la amenaza que no es velada. Es decir, si sigues por aquí, si sigues tocándome los cojones, si continúas con el proceso de ruptura, aquí va a pasar algo y muy grave. No creas que esa frase está dicha al azar. Es una amenaza que va buscando un objetivo.

¿Qué hay que hacer cuando se llega a ese  momento?

Irse. El gran peligro para la víctima es el silencio. Hay que salir, hablar con los familiares, con los amigos.

Prisión Permanente Revisable: DANDO VOZ A LA VÍCTIMA

 

DANDO VOZ A LA VÍCTIMA
 
Prisión Permanente Revisable.
El reo puede recuperar su libertad.
No es contraria a la dignidad
de la persona.
 
Respeta el libre desarrollo de la
personalidad.
Ha sido avalada por el
Tribunal Europeo de los Derechos Humanos
en distintas sentencias,
tras su aplicación
en países de nuestro entorno.
 
Es una respuesta extraordinaria
para delitos de extrema gravedad.
Se orienta a la
reeducación y la reinserción de los penados
como manda el art. 25 de nuestra
Constitución Española.
 
Garantiza resoluciones judiciales
previsibles.
Es percibida socialmente como
proporcional y justa.
 
Permite acceder al tercer grado,
si bien,
no antes de haber cumplido
15 años de prisión efectiva.
 
Las revisiones comienzan a realizarse
a partir de que el preso cumple
25 años de condena.
Debe concurrir un pronóstico individualizado
favorable de reinserción,
es ahí que junto a los antecedentes
habrá de tenerse en cuenta,
la personalidad del penado
y su evolución en la cárcel.
 
Se habla, se dice, se pontifica
que:
 
“Las personas son encarceladas
con el objetivo
de rehabilitarlas”.
Lo cierto es que de los 60.000 internos
en nuestras cárceles,
realizan trabajo remunerado 12.000.
Es más,
en las cárceles españolas
no hay que ir a terapia
obligatoriamente.
 
Pensemos en quien tras atentar contra
la libertad sexual,
asesina a la víctima.
 
Preguntémonos,
el mero hecho de estar en prisión
¿rehabilita?
 
Los contribuyentes pagamos
1.806 euros al mes por cada reo
y las víctimas ¿se sienten reparadas?
 
La retribución es social,
hay que dar voz a las víctimas
hay que proteger a las más que posibles,
probables víctimas.
 
No debe ser
que nos horrorice más el castigo,
que el crimen.
 
Claro que hay sujetos
que pueden reinsertarse
en la sociedad,
los más.
Pero hagamos saber
que hay psicópatas
y depredadores sexuales
que la ciencia
de la mente y la
conducta
no sabe cómo tratar
con éxito.
 
Cierto es
Que estar privado de libertad
20 o más años
deteriora física y psicológicamente,
pero la ciudadanía legítimamente
se pregunta:
¿Por qué se deja en libertad a los
no rehabilitados?
y ¿quién se responsabiliza
de sus terribles actos
ulteriores?
 
En muchos casos
En que el reo alcance la libertad,
la intervención, el tratamiento
que ha tenido que recibir en la cárcel
deberá continuar,
como las medidas de seguridad
que parten de una necesaria
desconfianza.

 “No se educa para afrontar la ruptura, aunque sabemos que el 75% de nuestros jóvenes se separará”

El psicólogo, que presenta el libro 'La huella del dolor. Estrategias de prevención y afrontamiento de la violencia machista', observa retrocesos en esta franja de edad

Concentración por el homicidio por violencia de género en Elda la semana pasada.

Concentración por el homicidio por violencia de género en Elda la semana pasada. EFE

Madrid

 

Los celos como expresión de amor, la continua supervisión del otro a través de las nuevas tecnologías, el control de las llamadas, decir cómo vestir o maquillarse, dar órdenes, aislar... “Los abusos más frecuentes entre adolescentes son los que tienen relación con el control psicológico”, explica Javier Urra, primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y profesor de la Universidad Complutense. En su último libro, La huella del dolor. Estrategias de prevención y afrontamiento de la violencia de género, el experto hace especial hincapié en la necesidad de actuar contra esta lacra desde la educación, que considera “fuente” del problema. “La violencia de género se inicia con un patrón de abuso verbal, que da paso al psicológico y ocasionalmente al económico, sexual y físico”.

 
 

A pesar de que en los últimos 15 años más de 900 mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas, una encuesta del Centro Reina Sofía conocida esta semana revela que uno de cada cuatro jóvenes de 15 a 29 años considera normal la violencia de género y un 21,2% opina que es un “tema politizado” y que “se exagera mucho”.

 

"Pareciera que los pasos en favor de la igualdad están dados, pero, sin embargo, nos encontramos con retrocesos en los más jóvenes en lo que significa dominar y sentirse dominado. También en el control de las chicas, utilizando las nuevas tecnologías", reflexiona Urra preguntado por la situación en esta franja de edad. “Los jóvenes creen que el problema de la violencia de género golpea a los adultos, pero son poco sensibles a su preocupante realidad”, añade.

El libro que ahora publica Ediciones Morata fue elaborado a partir de la comparecencia del psicólogo el pasado julio ante la ponencia para la elaboración de estrategias contra la violencia de género en la Comisión de Igualdad del Senado. De dichas sesiones partieron las medidas incluidas en el Pacto de Estado para erradicar la violencia machista, aprobado el pasado septiembre en el Congreso de los Diputados.

PUBLICIDAD
 
“No se educa para afrontar la ruptura, y eso pese a ser conocedores de que el 75% de nuestros jóvenes se separará”, indica en el documento. “Los niños están sobreprotegidos, no escuchan, no se les enseña a ponerse en el lugar del otro”. Para el autor, entre los jóvenes “se perpetúan los modelos machistas”. Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas publicado en 2015 reflejaba que un tercio de ellos observa con normalidad ejercer un control sobre la pareja en cuanto a horarios, relaciones con sus amigos o su familia. También el barómetro Jóvenes y género. El estado de la cuestión, dado a conocer el mismo año, revela que un 30% de los varones jóvenes “justifica en cierto grado” las agresiones machistas como consecuencia de la “provocación de la víctima” y una cuarta parte considera que si una mujer que es maltratada no rompe con la relación es porque la situación “no le disgusta del todo”.
 
La importancia de educar y legislar Después de hacer un diagnóstico del problema, La huella del dolor propone medidas específicas para prevenir y afrontar la violencia de género. Entre las estrategias de prevención, Urra considera fundamental educar en el tú (ponernos en el lugar del otro); transmitir que la vida no es justa, que hay complejidad, desajuste y conflicto; enseñar que la intimidad es esencial, que el respeto a uno mismo, a los demás y a la pareja resulta irrenunciable; educar en la capacidad de adaptación y enseñar a cortar relaciones. El psicólogo señala que se debe incorporar la igualdad en la formación escolar y universitaria.Asimismo, los centros educativos  deben contar con protocolos para dar respuesta a situaciones de violencia originadas por actitudes machistas. El experto incide en que se ha de legislar para recoger las manifestaciones de violencia a través del uso de las nuevas tecnologías y enseñar a los más pequeños a manejarlas de forma adecuada. “Mucha de la violencia machista entre adolescentes se da en las redes sociales. Hay que educar a los niños para que preserven su intimidad en la red”, concluye en su informe.

 

Javier urra considera "perfectamente razonada y ajustada a la ley" la condena a un padre por dar una bofetada a su hija

 
14/09/2017 - 14:53  MADRID, 14 (SERVIMEDIA)

 

El exdefensor del Menor Javier Urra considera que "la sentencia" que condena a un padre a siete meses de prisión y le impone una orden de alejamiento de 19 meses por dar una bofetada a su hija es "perfectamente razonada y se ajusta a la ley", pero ve "muy preocupante confundir una bofetada con maltrato".

En declaraciones a Servimedia, el autor del libro 'El Pequeño Dictador', aseguró que la sentencia "está perfectamente razonada y se atiene exactamente a Derecho". "Nos equivocaríamos criticando al juez. La decisión se ajusta a la ley", apuntó.

Puso de manifiesto que en muchos de los casos en los que se producen este tipo de situaciones los padres están separados y se llega a dar la circunstancia de que "la otra parte anima a denunciar al otro progenitor, entonces al final nos encontramos que los hijos quieren estar con quien les exige menos: menos trabajo, más horas para salir... y eso no debe ser así".

Urra indicó que "una bofetada a un hijo es una bofetada, pero partir de que eso es un maltrato es elevar el tono. El problema está en la ley, que hace modificaciones y el juez se ve obligado a cumplirlas".

 

FALTA DE AUTORIDAD DE LOS PADRES

"A veces", apuntó, a los padres "nos falta autoridad". "Los padres se encuentran deslegitimados. A veces educar exige prohibir, supone sancionar... Yo no soy favorable a las bofetadas, pero me parece muy preocupante confundir una bofetada con un maltrato".

Urra hizo alusión a su anterior cargo como Defensor del Menor, donde vió "lo que es un niño maltratado". "Vemos que no tiene nada que ver con un niño que ha recibido una bofetada de su padre. Lo que yo creo que tenemos que hacer es revisar la ley", señaló.

Opinó que "se ha diluido la autoridad" de padres y profesores pero insistió en que ésta autoridad no se recupera "dando bofetadas".

Javier Urra: «Tenemos una sociedad de niños tontos..., más que setas»

El psicólogo forense recomienda en Toledo a los padres que no se dejen chantajear por sus hijos y a los docentes, que actúen con «auctoritas»

Javier Urra, durante su charla

Javier Urra, durante su charla - Ana Pérez Herrera

 

Manuel Moreno 30/11/2017 14:03h

 

El psicólogo forense Javier Urra (Estella, 1957) es un gran monologuista: relata verdades como puños, que salpica con chistes, chismes y entretenidas anécdotas recopiladas a lo largo de su dilatada experiencia con menores. A sus 60 años, este tipo irónico, de mostacho cano y prominente, que se describe como «muy optimista», se ríe de sí mismo, de sus defectos, de su barriga y hasta de su sombra, si es necesario, aunque no deja de abrir los ojos a quien quiere escucharle.

Este miércoles, en el colegio católico Medalla Milagrosa de Toledo, ha dado una lección, o varias, con su conferencia «Educar para con-vivir», en la que ha pedido a los padres que no se dejen chantajear por sus hijos, que los profesores actúen con «auctoritas» y que «si tenéis algún amigo que no se ríe nunca, dejarlo; hay gente que no ríe nunca; peligroso». Delante de la directora titular del centro, sor María Soledad Cobreros, y la periodista María Ángeles Fernández- vicepresidenta de la AMPA-, Urra también ha dejado otro titular:«Tenemos una sociedad de niños tontos..., más que setas», debido a la educación proteccionista que están recibiendo en muchos casos.

Para introducir el tema, el primer defensor del menor de la Comunidad de Madrid utilizó la figura del piloto de Fórmula 1 Fernando Alonso, a quien escuchó una frase que dijo en televisión no hace mucho tiempo: «No le debo nada a nadie». Según Urra, el deportista asturiano «se equivoca» porque «debemos todo a todos, a los que nos acompañaron, a los que nos acompañan y a los que nos acompañarán». Como caso radicalmente opuesto citó la relación de los tenistas Nadal y Federer, «que ganan, pierden, son amigos, disfrutan..., son geniales».

El psicólogo, que empleó un lenguaje sencillo y familiar durante más de una hora y media, aludió también a los comportamientos incoherentes de algunos padres cuando dan consejos a sus hijos: aquellos que les dicen que sean honestos pero no hacen la declaración de la Renta, o aquellos otros que piden a sus vástagos que sean respetuosos con las personas pero están «de putas» todos los días. O la idea pavorosa que ciertos progenitores inculcan a sus retoños: «Tú tienes ese profesor porque tus padres le pagan». «Si hay alguien que se lleva folios de su trabajo, ese es un corrupto», soltó en otro momento de su amena intervención.

Ángeles Fernández y sor María Soledad escuchan al psicólogo
Ángeles Fernández y sor María Soledad escuchan al psicólogo-Ana Pérez Herrera

Urra, que no se mordió la lengua a pesar de proclamarse religioso ante el auditorio, se refirió varias veces a «la Manada», el grupo de cinco individuos acusados de una violación múltiple a una chica en Pamplona durante las Fiestas de San Fermín de 2016. «No todos somos iguales. El abogado de algunos de ellos dice que, en todo caso, son buenos hijos. Pues no me gustaría tener un hijo así». «En esta sociedad se quiere confundir entre lo que está bien y lo que está mal», afirmó antes de reclamar que «hay que ser moral y ético».

Llamó igualmente la atención de los adolescentes del auditorio para que no confundan querer y amar. Esto último es «dar algo a fondo perdido». Y lanzó el dato de una encuesta: el 33 por ciento de los chicos cree que los celos son una prueba de amor. «Error», aseguró. «Hay chavales que creen que por que les guste alguien tienen que ser correspondido igualmente», puso también como ejemplo.

Esta línea argumental le sirvió para introducir un alegato en contra la violencia de género: «Algo no funciona cuando los hombres tenemos algo de riesgo en la calle y las mujeres mucho más riesgo en el hogar». La frase le dio pie a criticar la forma de instruir en muchas casas, todavía a esta altura de la película: «A los niños se les educa para que todo sea para ellos mismos y a las niñas, para servir a los demás». Por tanto, no es de extrañar que el hombre que asesina a su pareja «es porque ha vivido de manera que ha convertido a su mujer en un guiñol». Por eso, recomendó «amor y respeto para no levantar la mano al otro».

No obstante, aclaró en este sentido que la violencia filio parental (pegar a los padres) no es violencia de género, si bien aseguró que «el hijo que agrede a sus padres lo hará con su pareja». Y criticó «al grupo de iguales que se ponen de perfil» ante situaciones injustas. «La vida es valor», aseveró.

Cansado de las albóndigas

El hartazgo que Urra cogió a las albóndigas cuando terminó de estudiar en un colegio Marista, aunque volvió a comerlas este miércoles antes de la conferencia, fue aprovechado por el pedagogo terapeuta para deslizar otro pensamiento: «La gente cambia con el tiempo». Y pidió al público que perdone al prójimo -«que no es lo mismo que olvidar», aclaró-, aunque insistió en que tan importante es perdonar como «dejarse perdonar».

Recalcó que «la vida es adaptarse», y también es azarosa, si bien reivindicó la voluntad, el esfuerzo y la formación para lograr objetivos. «Hay gente que no le pone ganas a las cosas. Está muerta en vida», ilustró.

Con un verbo didáctico, Urra enlazó esos pensamientos con los chavales narcisistas -«y gente mayor, que también la hay»-, que se miran al espejo «pero no se ven». «Se nace solo, se vive solo y se muere solo, aunque se vive con...», reflexionó.

Sobre los suicidios juveniles, afirmó que «estamos haciendo jóvenes de cristal», a los que no se les enseña que la vida no es justa, que «el ser humano no es perfecto, no somos ángeles».

Al psicólogo, que habló también de algunos de los libros que está escribiendo, le da miedo los chavales que caminan con sus cascos por las calles oyendo música, pero «no escuchan el silencio». Y volvió a hablar del esfuerzo. «Estamos haciendo una sociedad blandengue. Tenemos una cantidad de niños tontos..., más que setas», añadió. Luego preguntó a los padres por qué se dejan chantajear por sus hijos. «Si protegéis a los niños, tendremos bonsáis y no árboles», consideró. «Hay padres que se separan cuando los hijos se van de casa porque hay padres que viven para los hijos, cuando en realidad hay que vivir para la pareja», sugirió Urra, quien hizo hincapié en la capacidad de manipulación de los hijos sobre los padres.

«El niño hace cucú y los padres aplauden»

Las referencias a los progenitores fueron constantes: «Sale un niño en un escenario, hace cucú y los padres aplauden. ¿Por qué?», se preguntó. «Los padres tenemos que educar a los hijos en la duda, en la incertidumbre,...», recomendó más tarde. Y habló de la transexualidad -«Cuando Carlitos quiere ser niña», puso como ejemplo- y de los casos en los que el alumno es echado del colegio por la presión de otros padres.

Urra, a quien no le gusta «la gente excelente» que propaga algunos programas educativos, rompió una lanza en favor de los campamentos para menores, y dio sus razones: «En el campo, mejor capilla que el cielo no hay (la conferencia era en un centro católico); la vida es compartir, se hace deporte y hay contacto con la naturaleza, que hay mucho déficit actualmente».

«A los chicos hay que enseñarles a disfrutar del silencio, de los grupos, de que las modas son efímeras», manifestó en otro momento. No obstante, admitió que es muy difícil saber decir no cuando uno es joven.

Habló también de su entrevista con José Rabadán, el asesino de la catana, para un programa de televisión que se emite este miércoles, aunque dijo que no iba a valorar sus respuestas. «Es bueno sentirte culpable. Quien hace sufrir tiene que sufrir para que cambie. Tiene que saber del sufrimiento de los demás». Y puntualizó: «Lo importante no es lo que se dice, sino si se siente lo que se dice».

Sin embargo, acentuó el mal uso de la palabra en la sociedad con un dato: «El 40 por ciento de la población española no lee nada». Luego hubo espacio para el «paletismo» de Cataluña y para la violencia escolar, y recriminó que un docente no sepa lo que ocurre en su centro educativo.

Reprochó a los psicólogos que insisten en que hay que tener autoestima. «La gente se frustra por intentar alcanzar algo que no es posible. ¿Con mi barriguita puedo jugar con los Gasol? No», ejemplificó Urra, quien afeó que con El Quijote «se haga puré para que lo entiendan los niños. Deben esforzarse en leerlo».

Tocó muchos palos, también la libertad de expresión. «¿Alguien que no sabe nada tiene libertad de expresión?», se cuestionó el psicólogo, quien recordó que es un derecho fundamental, «pero tiene sus límites».

Aunque había dicho que no iba a valorar las respuestas de Rabadán en la entrevista para el programa de televisión, Urra sí mencionó más adelante la contestación que el asesino de la catana le dio acerca del asesinato de su hermana, con síndrome de Down. «Dios obró mal», le respondió. «Lo malo es creerse Dios», añadió el psicólogo ante el auditorio. Y dejó otra afirmación inquietante: «¿Habría chavales capaces de matar para salir en una primera página? No lo dudes»

Javier Urra: “Los violadores y maltratadores tienen que sufrir”

Javier Urra en la presentación de su libro 'La huella del dolor. Estrategias de prevención y afrontamiento de la violencia de género'.

Javier Urra en la presentación de su libro 'La huella del dolor. Estrategias de prevención y afrontamiento de la violencia de género'. (Foto: Alba Cabañero)

Javier Urra: «Sí, es posible conseguir que los hijos sean obedientes»

El doctor en Psicología apunta que los padres no pueden mostrarse pasivos y pensar que su hijo «ya cambiará»

 Javier Urra: «Sí, es posible conseguir que los hijos sean obedientes»

LauraPeraita - Actualizado:

 

Javier Urra ha publicado recientemente su último libro «Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes». Asegura que sus páginas muestran una realidad muy práctica de lo que necesitan saber los padres para educar a sus hijos. «El libro puede ser criticado, pero lo que no puedo aceptar es que se diga que los niños vienen sin una guía para padres. Lo he escrito porque he estado muchos años en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia, he sido defensor del menor y he trabajado con padres e hijos. En todo este tiempo me he dado cuenta de que pediatras, psicólogos, psiquiatras... solemos decir lo que hay que hacer a los padres, pero siempre de forma genérica. Ahora no hay excusas de no saber educar porque es un libro muy práctico».

—¿Por qué hoy hacen falta guías si las generaciones de padres de antes no las necesitaron?

Hace años los niños se morían de polio, de tuberculosis, de problemas respiratorios... Eran los asuntos que preocupaban, mientras que los temas emocionales no se estudiaban ni se tenían en cuenta. Cuando los problemas físicos desaparecen en gran medida y aumenta la esperanza de vida, nos percatamos de que el 20% de los niños tienen problemas psicopatológicos; es decir, uno de cada cinco menores de 18 años. Se habla mucho de TDAH, pero a las consultas llegan niños obsesivos compulsivos, con problemas de trastornos de personalidad, que agreden a sus padres, con pensamientos psicóticos...

—¿Cuál es el motivo principal de estos problemas psicopatológicos?

 

«Yo he preguntado a jóvenes «¿te merece la pena vivir?», y me miraban sin saber qué responder. Si no les importa su vida, ¡qué les va a importar la de los demás!»
Se ha acortado el tiempo de la infancia. Hay niños de 13 años que toman cinco copas en una hora y tienen comas etílicos —el año pasado 5.000 casos—. Vivimos en una sociedad estresante y eso a los niños les afecta mucho: sufren separaciones mal llevadas sus progenitores, están sobrecargados de tareas extraescolares, no tienen tiempo para jugar...

 

Antes educaban los padres, ahora los padres, la escuela, los medios de comunicación y las redes sociales. Las nuevas tecnologías influyen en ellos porque les permiten acceder a páginas que fomentan la anorexia, la violencia, el sexo sin límites... Y quieren emularlo. Sin embargo, les crea un vacío existencial. Yo he preguntado a jóvenes «¿te merece la pena vivir?», y me miraban sin saber qué responder muy bien. Si no les importa su vida, qué les va a importar la de los demás. En sus vidas falta que aprendan lo que significa el «tú», el ponerse en el lugar del otro. Hay que ayudarles a ponerse en el lugar del otro y descubran realidades distintas a las suyas. Los padres, por ejemplo, deberían llevarles a un hospital y mostrarles que allí hay niños ingresados niños, menores que van a morir, para que se den cuenta de lo que tienen en la vida y lo afortunados que son.

—¿No se les protege demasiado como para mostrarles esa dura realidad?

Los niños no conocen la muerte, el sufrimiento. Creen que el abuelito «se ha dormido». La vida hay que mostrarla como es. Hay que llevarles a ver al abuelo con demencia que dice cosas sin sentido, que huele mal por su incontinencia, pero que quiere a su nieto y al que hay que querer. Que le de un beso. Es la verdadera vacuna para convertirle en un ser sensible, afectivo, cariñoso. No hay que ocultarle que la vida es un conflicto –para vivir en pareja, con uno mismo, con los hijos, con el compañero de trabajo...–. Si se le ofrece este tipo de educación, los problemas de psicopatía, de insensibilidad, de falta de empatía desaparecerán.

—¿Se trata correctamente a los niños que sufren depresión?

 

«Un niño depresivo puede confundirse con un niño ansioso, nervioso, que corre. Los padres no saben identificarlo»
No exactamente. En el 60% de casos no se tratan. La depresión cursa en los niños de manera sorpresiva para los adultos. Normalmente, cuando una persona se deprime no tiene fuerza, esta triste, se levanta tarde... Pero un niño depresivo puede confundirse con un niño ansioso, nervioso, que corre. Los padres no saben identificarlo. El adulto sabe que las cosas van mal pero que mañana será otro día, relativiza, sabe que hay herramientas para mejorar su situación. El niño, sin embargo, se suicida para mejorar las cosas, teóricamente.

 

—¿Qué se puede hacer para reducir esta cifra? ¿De quién depende: de la familia, de la sociedad...?

Fundamentalmente de la sociedad. Hay que entender que hay cosas que están bien y otras mal, que hay gente corrupta, sin moral... Hay que ser moral, enseñar a los niños los dilemas. Plantearle a los adolescentes, por ejemplo, las dificultades de un embarazo no deseado, preguntarles qué harían si tuvieran un bebé con un Síndrome de Down...

—¿Hace falta que los padres hablen más con sus hijos?

Los padres hablan más actualmente con los hijos que los de las generaciones anteriores. Hay que fomentar aún más esa conversación y decir a los hijos que nosotros fuimos adolescente y tuvimos problemas, pero también responsabilidades. La familia no es una democracia. Es un lugar donde mandan los adultos que son los encargados de transmitir los valores transcendentes de la vida. Hay muchas formas de hacerlo. ¿Como? Con pequeños gestos cada día. Ejemplos: dándole el fin de semana cuatro euros y sugerirle si quiere dar una parte del dinero a los más necesitados –porque aunque no lo haga, ya se le ha creado la disyuntiva de pensar en la solidaridad–;haciendo que dé un beso a la abuela demente a la que se le cae la baba... para que sea consciente del cuidado a los mayores...

—Pero no siempre obedecen a lo que les dicen los padres. ¿Ha habido una pérdida de autoridad?

 

«En la familia no hay que perder los roles. Uno es el padre y otro el hijo»
La autoridad se ha diluido en general, no solo la de los padres. La misma Policía está preocupada porque los jóvenes les insultan por la calle, sin motivo alguno. ¡Y ellos son la autoridad! O jueces que le dicen a un joven que tiene que ir a un internado y le contesta «¿por qué, porque lo digas tú?». Ha habido una dejación porque incluso muchos docentes han querido establecer una relación cercana a sus alumnos, como si fueran amigos, y no lo son. Es un error. Y en la familia pasa igual, pero no hay que perder los roles. Uno es el padre y otro el hijo.

 

—¿Cómo se puede cambiar esta situación?

Habrá que enseñarles a mirar cómo trato yo a los abuelos, que aprecien el respeto, que no les grito... Los niños se rigen por lo que ven que hacen sus padres y la mayoría de la gente es sana. Deben darse cuenta, además, que las normas las ponemos nosotros, y que si no les gusta, se siente. El mundo es un juego de poder y en ese equilibrio deben aprender. Tienen que ver que ellos no pueden imponerse y que si no obedecen deben irse castigados a su habitación, aunque se enfaden. Los choques, chulerías o empujoncitos no se pueden consentir de ninguna manera ni aunque sean pequeños porque después tendrá 26 años y el empujón será peligroso. Si no se cortan este tipo de situaciones, el niño se acostumbra a repetir este tipo de actos y a no obedecer. No puede ser, debe obedecer a la primera. Y si se le castiga, que lo cumpla siempre. Hay que hacerles saber que se le educa así por que se le quiere y porque son las reglas de una convivencia feliz.

—Entonces, ¿es posible cambiar a los hijos para que sean obedientes?

Sí, se puede. Los padres deben invertir en educación sobre todo en los primeros años porque posteriormente los problemas se hacen más difíciles y los hábitos se instauran de forma que resulta cada vez más complicado cambiar. Si no saben muy bien cómo hacerlo en algún momento, los padres deben hablar con los abuelos o, en su caso, con los especialistas, pero que no piensen «ya cambiará».